lunes, 30 de agosto de 2010

Foucault sobre el placer y el deseo

Esquemáticamente diría que la medicina y el psicoanálisis han aprovechado ampliamente esa noción de deseo, precisamente como una especie de herramienta, como un esquema de inteligibilidad para calibrar un placer sexual en términos de normalidad: "Dime cuál es tu deseo y te diré quién eres, te diré si estás enfermo o no, te diré si eres normal o no, y entonces podré aprobar o no tu placer". Es bastante claro, me parece, en el psicoanálisis. Y en todo caso, si se hace la historia misma de la noción de deseo desde la concupiscencia cristiana pasando por el instinto sexual de los años 1840 hasta la noción freudiana y postfreudiana de deseo, creo que se veria bastante bien cómo funciona esta noción. El deseo no es un suceso sino un rasgo permanente del sujeto: provee la base sobre la cual se deposita todo el armazón médico-psicológico.
Ahora, me parece que utilizando la palabra "placer", que en el límite no quiere decir nada, que está todavìa bastante vacía de contenido y virgen de utilización posible, no tomando al placer por ninguna otra cosa que, finalmente, un acontecimiento, un acontecimiento que se produce fuera del sujeto, o en el límite del sujeto, o entre dos sujetos, en ese algo que no es ni del cuerpo ni del alma, ¿no tenemos allí, si intentamos reflexionar un poco sobre esta noción de placer, un medio de evitar toda la armadura psicológica y médica que la noción tradicional del deseo lleva consigo?


Michel Foucaualt, La gaya ciencia.

jueves, 26 de agosto de 2010

Algunos apuntes sobre la relación Bataille y Lacan.

Algunos apuntes sobre la relación Bataille y Lacan.


.de Las Nenas De Lacan, el El Martes, 12 de enero de 2010 a las 15:16.Conflicto de filiaciones

Lacan tuvo cuatro hijos. Caroline (1936), Thibaut (1938) y Sibylle (1940) con Marie-Louise Malou Blondin; y Judith (1941), con Sylvia Maklés. En 1940, dos mujeres, simultáneamente, quedaron embarazadas de Lacan. Sibylle ?la hija de Lacan con Malou Blondin? nació pocos meses antes que Judith Sophie, la hija de Lacan con Sylvia que fue registrada en la alcaldía de Antibes el 3 de julio de 1941 bajo el nombre de Judith Bataille, pues su madre aún estaba casada con Georges Bataille.


Judith, impedida de usar el Lacan (la ley francesa prohíbe reconocer a un hijo nacido de otra mujer) llevó, así, el nombre de un padre que no era el suyo. El apellido judío de la madre, Maklés, hubiera sido un trastorno durante el antisemitismo militante.



Lacan mantuvo separadas a sus dos familias de manera tal que Caroline, Thibaut y Sibylle ignoraron durante muchos años la existencia de Judith, su media hermana. A pesar de usar su apellido, ni Caroline ni Sibylle fueron sus preferidas sino Judith. Era con ésta con quien Lacan convivía y revivía ante los ojos de quien quisiera verlo, un idilio intenso y, tal vez edípico, explica el investigador Juan Carlos Volnovich



En 1953, cuando Lacan se casó con Sylvia, inició un lío legal y un conflicto de filiaciones. Sylvia se cambió el apellido Bataille y pasó a ser Sylvia Lacan. Judith, que conservó su nombre Judith Bataille y se convirtió en la hijastra de quién en realidad era su padre y pasó a ser media hermana de la nueva hija de Bataille, Julie, a quien no la unía ningún lazo de sangre.



Cuenta Elizabeth Roudinesco que Lacan tenía verdadera adoración por Judith y que sufría por no haberle dado su apellido. Le consagró, sí, un amor exclusivo mientras, embelesado, la miraba crecer. Desde muy pequeña, Lacan la integró al núcleo de intelectuales que lo frecuentaban y la incorporó al círculo de sus discípulos. Judith, por su parte, correspondió arrobada a ese amor. ''Vivía encandilada por ese dios de una generosidad sin fisuras hacia ella, rindiéndole culto al héroe que valientemente triunfaba sobre sus adversarios, siempre expuesto a ser traicionado por sus alumnos", dice Volnovich.



En 1962, después de la muerte de Georges Bataille, Lacan gestionó ante la justicia el cambio de apellido de Judith. Y lo consiguió ?Judith Bataille pasó a ser Judith Lacan? el mismo día en que pronunció su discurso sobre ''La excomunión''. Es decir, el día que renunció a la Asociación Internacional de Psicoanálisis con su alocución conocida como el último seminario ''Los nombres del padre''. Lacan pudo ponerle su apellido a su hija y fundar la Escuela Freudiana de París. Mientras aquél dictaba su seminario, Judith conoció entre el público a un joven de 19 años: Jacques Alain Miller. En 1980 Lacan nombró a Judith en su testamento como heredera universal de toda su obra, restringiendo los derechos de sus otros descendientes. Su yerno Miller fue designado albacea con plena libertad sobre la edición de los textos de Lacan y control jurídico, financiero y teórico sobre el patrimonio de uno de los pensadores más importantes del siglo XX.


Fuente: http://paboni.obolog.com/apuntes-relacion-bataille-lacan-214023

PD: Voy a terminar pensando que sólo pasan cosas interesante en psicoanalisis si hay un padre ilegítimo de por medio.

domingo, 22 de agosto de 2010

El cielo estrellado y la ley moral


Una frase de Immanuel Kant (1724-1804) que puede iluminar algunos comentarios de Lacan en la clase Placer y realidad del Seminario de la Ética:
“Dos cosas colman el ánimo con una admiración y una veneración siempre renovadas y crecientes, cuanto más frecuente y continuadamente reflexionamos sobre ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí. Ambas cosas no debo buscarlas ni limitarme a conjeturarlas, como si estuvieran ocultas entre tinieblas o tan en lontananza que se hallaran fuera de mi horizonte; yo las veo ante mí y las relaciono inmediatamente con la consciencia de mi existir.”

Ética aristotélica



Por supuesto que lo ideal sería que todos pudiéramos seguir el consejo de Lacan y leer, releer incluso, la Ética a Nicómaco. Pero dado que no contamos con mecenas ni con una beca de la fundación Rockefeller, me parece que aunque más no sea leer algo mínimo puede ayudar a orientarse con la el seminario que estamos viendo. Aquí va entonces, tomado de Wikipedia, un panorama muy resumido sobre las principales características de la ética aristotélica.

Aristóteles

Ética

Existen tres grandes obras sobre ética relacionadas con la figura de Aristóteles: la Ética a Nicómaco, que consta de diez libros; la Ética a Eudemo, que consta de cuatro libros, y la Magna Moralia (Gran ética), de la cual todavía se duda si fue escrita por él o por un recopilador posterior.

Según el filósofo, toda actividad humana tiende hacia algún bien. Así, se da un teleologismo, identificando el fin con el bien. La ética de Aristóteles es una ética de bienes porque él supone que cada vez que el hombre actúa lo hace en búsqueda de un determinado bien. El bien supremo es la felicidad (véase: eudemonismo), y la felicidad es la sabiduría (el desarrollo de las virtudes, en particular la razón).

  • Fin: La finalidad o motivo de una acción.
  • Fin Medio o Imperfecto: Es aquel fin que se quiere por otra cosa y no por sí mismo.
  • Fin Final o Perfecto: Es aquél fin que se quiere por sí mismo y no por otra cosa.
  • Felicidad o eudaimonía: Es el Bien Supremo del ser humano.

La actividad contemplativa es, en efecto, la más alta de todas, puesto que la inteligencia es lo más alto de cuanto hay en nosotros, y además, la más continua, porque contemplar podemos hacerlo con mayor continuidad que otra cosa cualquiera.

Aristóteles creía que la libertad de elección del individuo hacía imposible un análisis preciso y completo de las cuestiones humanas, con lo que las «ciencias prácticas», como la política o la ética, se llamaban ciencias sólo por cortesía y analogía. Las limitaciones inherentes a las ciencias prácticas quedan aclaradas en los conceptos aristotélicos de naturaleza humana y autorrealización. La naturaleza humana implica, para todos, una capacidad para formar hábitos, pero los hábitos formados por un individuo en concreto dependen de la cultura y de las opciones personales repetidas de ese individuo. Todos los seres humanos anhelan la «felicidad», es decir, una realización activa y comprometida de sus capacidades innatas, aunque este objetivo puede ser alcanzado por muchos caminos.

La Ética a Nicómaco es un análisis de la relación del carácter y la inteligencia con la felicidad. Aristóteles distinguía dos tipos de «virtud» o excelencia humana: moral e intelectual. La virtud moral es una expresión del carácter, producto de los hábitos que reflejan opciones repetidas. Una virtud moral siempre es el punto medio entre dos extremos menos deseables. El valor, por ejemplo, es el punto intermedio entre la cobardía y la impetuosidad irreflexiva; la generosidad, por su parte, constituiría el punto intermedio entre el derroche y la tacañería. Las virtudes intelectuales, sin embargo, no están sujetas a estas doctrinas de punto intermedio. La ética aristotélica es una ética elitista: para él, la plena excelencia sólo puede ser alcanzada por el varón adulto y maduro perteneciente a la clase alta y no por las mujeres, los niños, los «bárbaros» (literalmente, 'balbuceantes': no griegos) o «mecánicos» asalariados (trabajadores manuales, a los cuales negaba el derecho al voto).

Virtudes

Aristóteles sostuvo lo que hoy se llama una ética de virtudes. Según Aristóteles, las virtudes más importantes son las virtudes del alma, principalmente las se refieren a la parte racional del hombre. Aristóteles divide la parte racional en dos: el intelecto y la voluntad. Cuando el intelecto está bien dispuesto para aquello a lo que su naturaleza apunta, es decir para el conocimiento o posesión de la verdad, decimos que dicho intelecto es virtuoso y bueno. Las virtudes intelectuales perfeccionan al hombre en relación al conocimiento y la verdad y se adquieren mediante la instrucción. A través de las virtudes, el hombre domina su parte irracional.

Existen dos clases de virtudes: virtudes éticas y virtudes dianoéticas. Ambas expresan la excelencia del hombre y su consecución produce la felicidad, ya que ésta última es "la actividad del hombre conforme a la virtud".

Las virtudes éticas son adquiridas a través de la costumbre o el hábito y consisten, fundamentalmente, en el dominio de la parte irracional del alma (sensitiva) y regular las relaciones entre los hombres. Las virtudes éticas más importantes son: la fortaleza, la templanza, la justicia.

Las virtudes dianoéticas se corresponden con la parte racional del hombre, siendo, por ello, propias del intelecto (nous) o del pensamiento (nóesis). Su origen no es innato, sino que deben ser aprendidas a través de la educación o la enseñanza. Las principales virtudes dianoéticas son la inteligencia (sabiduría) y la prudencia.

  • La templanza es el Punto medio entre el libertinaje y la insensibilidad. Consiste en la virtud de la moderación frente a los placeres y las penalidades.
  • La valentía es el punto medio entre el miedo y la temeridad.
  • La generosidad es el punto medio entre el uso y posesión de los bienes. La prodigalidad es su exceso y la avaricia su defecto.

Prudencia: el hombre prudente es aquel que puede reconocer el punto medio en cada situación. Cuando uno hace algo virtuoso, la acción es buena de por sí. La prudencia no es ni ciencia ni praxis, es una virtud.

La definición tradicional de justicia consiste en dar a cada uno lo que es debido. Según Aristóteles, existen dos clases de justicia:

  • La justicia distributiva, que consiste en distribuir las ventajas y desventajas que corresponden a cada miembro de una sociedad, según su mérito.
  • La justicia conmutativa, que restaura la igualdad perdida, dañada o violada, a través de una retribución o reparación regulada por un contrato.