martes, 29 de junio de 2010

Entrevista a Beatriz Preciado


ENTREVISTA: ENTREVISTA Beatriz Preciado
"La sexualidad es como las lenguas. Todos podemos aprender varias"

LUZ SÁNCHEZ-MELLADO 13/06/2010

No es hombre, ni mujer, ni heterosexual, ni homosexual, ni transexual, dice. Brillante filósofa y ensayista, relata su viaje de niña bien de Burgos a icono del movimiento transgénero.

“follamos fuera de vuestras restricciones. Un placer que no conoceréis”

“la testosterona te pone a mil. si fuera libre, sería el viagra para mujeres”

“hay que dar armas a las mujeres, puesto que los hombres están armados”

Se mueve por el Centro Pompidou de París como Pedro por su casa. El escenario le va al pelo. Alta, andrógina, alternativa. Experimental. Preciado no tiene reparo, como el edificio del museo, en exhibir sus interioridades para explicarse a sí misma y al mundo. Autora de Manifiesto contrasexual (editorial Opera Prima) -una especie de biblia del movimiento transgénero o queer- y de Testo yonqui (Espasa) -donde explica los efectos que provoca la autoadministración de testosterona en su vida sexual-, esta burgalesa de 39 años vive como piensa y piensa cómo vive. En constante revolución contra las normas que determinan políticamente el sexo, el género, los modos de buscar y obtener placer. Filósofa, activista alternativa y profesora de la Universidad París VIII, acaba de quedar finalista del Premio Anagrama de Ensayo con Pornotopía, un ensayo sobre el imperio Play Boy.

Cuando tenía nueve años, alguien telefoneó a su madre y dijo: "Su hija es marimacho". ¿Sufrió de niña?

Iba a un colegio de monjas, pero nunca tuve problema por ser distinta. Cuando me decían qué quería ser de mayor, respondía: hombre. Me veía como hombre porque ellos tenían acceso a las cosas que quería hacer: astronauta o médico. Nunca lo viví como vergonzoso ni traumático, era algo a lo que creía tener derecho. De cría, hasta tenía una hucha para hacerme un cambio de sexo.

¿Qué referentes tenía en esa época: Burgos, primeros ochenta?

Ninguno. Yo me movía en un mundo en el que el referente era la parroquia, imagínate.

Entonces, ¿se guió por instinto?

De niña, sí. El instituto fue fundamental. Simona, una maestra con un hijo autista, reclutó a niños con problemas y creó una clase. El grupo G. Autistas, superdotados, raros. Ocho marcianos feos y atroces. Terribles, pero mimados. Adoraba a mis profesores, eran muy abiertos para como era yo.

De aquella llamada a hoy, ¿cómo llevan sus padres su activismo sexual?

Fue traumático y lo sigue siendo. Mi padre era un empresario respetable. Mi madre, costurera de novias. Soy hija única. Imagino que esperaban otra cosa de mí. Son religiosos y de derechas como se es de derechas en Burgos, de forma irreflexiva, porque toca. En ese contexto fui rebelde, pero no porque me lo propusiera, sino porque cada cosa que hacía escandalizaba. Yo era un ovni, sí, pero no lo viví como algo que ocultar.

¿De dónde sale su rebeldía, si no sufre por ser como es?

Lo más duro para mí es ver cómo la gente se deja reprimir.

Entonces ¿es una rebeldía solidaria?

Siempre ha tenido algo político. Daba charlas a los niños para decirles: hagamos esto, organicémonos. Yo no me dejé reprimir, pero sí han sido dolorosas las rupturas con mis amigos o mi familia cuando no aceptan lo que para mí es natural. Con mis padres ha sido una larga pedagogía. Mi carácter no es el más tolerante. Ahora pienso: os tolero en vuestra manera de ser, qué voy a hacer. Pero entonces fue muy intenso. Con 16 años fui con el grupo G a Filadelfia y volví con la idea de hacer filosofía política.

¿Qué le atrae a una adolescente de la investigación filosófica?

Yo era muy de ciencias, quería hacer biología genética. Pero en bachillerato me di cuenta de que las cuestiones a las que quería responder no iba a resolverlas con la biología, y que ese otro lugar era la filosofía.

Usa conceptos como 'biohombre', 'biomujer', 'biopolítica'; la biología está en su obra.

Sí, me interesa la vida, pero en su dimensión somática, carnal, corporal.

También habla de arquitectura, de la ciudad como organismo.

Quizá el origen de todo sea el cuerpo, pero no como organismo natural, sino como artificio, como arquitectura, como construcción social y política. Eso que siempre imaginamos como biológico -la división entre hombre y mujer, masculino y femenino- y que es una construcción social. Me interesa la dimensión técnica de eso que parece natural.

Hablamos de género en Occidente en 2010. Pero pensemos en un niño que nace en Malí, ¿su sexo y su género también es artificio biopolítico?

Claro, fíjate en las distinciones que estableces. Para indicar naturaleza, piensas en África, como si aquí estuviera la tecnología y el artificio, y en África, la naturaleza. Estas distinciones funcionan para lo masculino y lo femenino. Lo masculino como técnica, construcción, cultura. Lo femenino como naturaleza, reproducción. Lo que es construido es esa distinción naturaleza/cultura que no existe, que es ficticia.

¿Los cromosomas XX y XY no significan nada?

Son un modelo teórico que aparece en el siglo XX para intentar entender una estructura biológica, punto.

Sostiene que la sexualidad es plástica. Que no es una constante en la vida, ni siquiera en el día. ¿Esa es la esencia de su teoría?

En parte sí, en el sentido de que la sexualidad, que es de forma más amplia la subjetividad, y en la que entra la identidad y la orientación sexual, los modos de desear, los modos de obtener placer, son plásticos. Y precisamente por eso están sometidos a regulación política. Si fueran naturales y determinados de una vez por todas, no la habría.

Por regulación se refiere a que se determine que se es hombre o mujer en el DNI, y a ello correspondan X derechos, X deberes, X roles.

Exacto. Hay un enorme trabajo social para modular, controlar, fijar esa plasticidad. Y no sólo política, también psicológicamente. Cada individuo es una instancia de vigilancia suprema sobre su propia plasticidad sexual. Cuando preguntabas de dónde viene mi rebelión, es de ahí. Cómo es posible que no estemos en revuelta constante, que esto no sea la revolución.

¿Por qué tendría yo, mujer, heterosexual, casada, madre de dos hijas y moderadamente conforme con su vida, que rebelarme?

Deberías estar en rebelión porque hay un cierre, una clausura de tu identidad que impide cualquier otra posibilidad. Desde el momento en que dices: yo, biomujer, casada, madre...

Ya me estoy perdiendo cosas.

Efectivamente. Declararse heterosexual también supone un conjunto de arreglos posibles, pero suponen una coreografía tan estrecha que lo que me parece terrible es que se acepte como inamovible. No creo en la identidad sexual, me parece una ficción. Un fantasma en el que uno se puede instalar y vivir confortablemente.

Y feliz.

Por supuesto. Pero es que ese es precisamente el éxito de la biopolítica.

Que nos comemos el 'soma' y encima contentos.

Totalmente. Cuando hablamos de biopolítica, estamos hablando del control externo e interno de las estructuras de la subjetividad y la producción de placer. Me defino como transgénero, pero he salido con biohombres, con biomujeres, con trans Y te puedo decir que cuando eres biomujer, asignada socialmente como mujer, y sales con un biohombre, asignado como hombre, experimentas una reorganización de tu campo social. De repente, tu familia está contenta. Es un sistema de comunicación complejo, en el que emites signos que son descodificados: estoy de acuerdo con el sistema de producción, y voy a reproducir la nación tal como la conoces.

Aunque seas infiel, o seas un gay en el armario.

Claro, la máquina de control eres tú, y lo interesante es la forma de desactivarla. Por eso me interesa escribir, dar clases, el activismo. Hay posibilidad de rebelión en cualquier parte.

¿Ese activismo es una postura intelectual, o le sale de las tripas?

Pero ¿qué son mis tripas? Volvemos a la misma diferencia. Yo nací con una deformación de mandíbula. Durante años no tuve fotografías personales, sólo médicas. En casa no hacíamos fotos porque yo era deforme. Desde los siete años tengo ritualmente encuentros con el sistema médico. A los 18 me hacen una operación funcional, pero también estética. Era necesaria, pero tampoco tuve opción de decir no al aparato médico. Tenía una cara atroz, de caballo, y en cuanto salí, todos me dijeron que estaba fantástica. Viví esa operación como un cambio de sexo en el sentido de que era un cambio de identidad.

¿Porque la devolvió al redil de la 'normalidad'?

Sí, fue un modo de normalizar mi cara. A partir de ahí empiezo a distanciarme de todo eso de qué eres tú naturalmente, o qué son tus tripas, o que la cara es el espejo del alma. Mi cara no es el espejo del alma, es el espejo de la medicina plástica de la España de los ochenta.

Parece que su rebeldía sí tiene algunas semillas.

Algo hay. Cuando salí de la operación, me gasté el dinero ahorrado para cambiar de sexo en viajar. Me di cuenta de que mi imagen y la que los otros veían no coincidían ni coincidirían nunca. Es como la anorexia. Yo aún le pregunto a mi novia si me ha crecido hoy la mandíbula. Por eso veo el cuerpo como arquitectura, como relación con las instituciones médicas, jurídicas y políticas.

Leyendo su obra, su vida parece una batalla constante contra la norma. ¿Por qué no se relaja?

Yo me veo relajadísima, mucho más que los otros. Lo que observo en la gente es una tensión aunque sea inconsciente por adecuarse a lo que se supone que es femenino, masculino, a la heterosexualidad o la homosexualidad. Yo también he experimentado la presión homosexual al decir que no soy un tío ni una tía. En la homosexualidad hay restricciones, reglas precisas. La tensión está ahí, la revolución es otra cosa.

¿Su estado natural?

No [ríe], ya me gustaría. Hay veces que no puedo evitar decir: cero solidaridad con el género humano y su cultura de la guerra.

¿Por qué esa desesperanza?

Hay una teórica queer americana, Sedwick, que decía que la revolución es un modo de salir de la depresión política. Es como si viviéramos en estado de patología, veo una gran depresión colectiva cuyos signos son el consumo aberrante, la producción de desigualdades, lanormalización excesiva, la sobrevigilancia, la cultura de la guerra.

¿Lo que llama 'régimen farmacopornográfico' es un nuevo fascismo basado en el sexo?

No, el fascismo no es depresivo, sino histriónico, mientras que el momento farmacopornográfico es de sobreadicción, sobreconsumo, destrucción. Como si nos hubiéramos dado colectivamente las condiciones de nuestra propia destrucción y estuviéramos de acuerdo. Y digo esto consciente de que puedo parecer un padre jesuita.

¿Pero esta no es una cultura hedonista?

No. El hecho de que lo que mueve la cultura sea el placer no quiere decir que el fin sea hedonista. El objetivo es la producción, el consumo y, en último término, la destrucción. El reto de lo que debería ser una izquierda para el siglo XXI es tomar conciencia de ese estado de depresión colectivo, a diferencia de la derecha, que vive en la euforia del consumo, de la producción de desigualdades, de la destrucción. La izquierda tiene que decir: mierda, la estamos cagando, y eso tiene que llevar a un despertar revolucionario. Y creo que eso puede venir de esos que hemos apartado a los márgenes de lo político: los gays, las lesbianas, los yonquis, las putas. Ahí hay modos de producción estratégicos para la cultura y la economía, y ahí se están produciendo soluciones.

¿Y qué aportan esos 'detritus del sistema', como usted los llama?

Inventan nuevas formas de relación personal y política que se salen de una coordenada que engancha con las políticas coloniales del siglo XV y que tienen que ver con la familia, la nación, la raza. Esa línea se ha agotado, hay que abrirse a lo no familiar, no nacional, no racial, no generizado.

¿Es consciente de la difícil comprensión y 'venta' de ese modelo?

No aspiro a venderlo. Y no es tan difícil. En mis charlas siento que lo del estado depresivo conecta. Pese a la enorme complejidad del mundo contemporáneo, veo una terrible reducción a lo de siempre.

Es gracioso el pasaje de 'Testo yonqui' cuando vuelve a Burgos y ve a sus ex novietas del cole paseando por el Espolón con sus niños y sus mechas perfectas.

Las respeto y las adoro. Sobre todo porque sé que detrás de las mechas y los niños siguen resistiendo, están vivas.

Se define como una terrorista, una guerrillera.

Así me ven los otros. Yo hacía mis cosas, todos decían: que paren esa revolución, y yo no comprendía que la revolución era yo. Disfruto de la inteligencia colectiva. Mi primera Gay Parade en Nueva York fue el mayor subidón de éxtasis vital de mi vida. Éramos 3.000 bolleras por la calle, ese espacio que nos tenían prohibido. Fue darme cuenta de que otro mundo es posible, de que la realidad puede cambiar, eso me fascina.

Los transexuales claman por entrar en los protocolos de reasignación de sexo. Sin embargo, usted deplora que estén regulados por el Estado.

Hay una multiplicidad de maneras de ser transexual. He estado en asociaciones de lesbianas radicales y, en tres años, la mitad habían cambiado de sexo. Desconfío de los dogmas acerca de la identidad sexual, porque he visto todo y su contrario. Los protocolos son un modo de normalizar la plasticidad sexual. España es una especie de gallifante de Turquía y Suecia. Hay una base biopolítica cuyos emblemas son el género, la heterosexualidad, la familia, la raza y la nación. Pero también un régimen farmacopornográfico en el que el sexo es objeto de consumo y producción. La colisión de esos dos regímenes lleva a una situación delirante, en la que puedes acceder a operaciones de cambio de sexo, pero sólo con las condiciones exigidas para normalizarte.

En 'Testo yonqui', usted es el objeto de su investigación. ¿No le da pudor esa exposición?

No, y eso que me eduqué con monjas y estudie filosofía en Comillas con los jesuitas. Los adoré, estaban metidos hasta el fondo en el marxismo y la teoría de la liberación. Son fantásticos. Sigo teniendo relación con Juan Masiá, un filósofo al que excomulgaron por decir que el condón es de sentido común. Nos intercambiamos obras.

¿En serio? ¿Y qué comenta un jesuita de sus prácticas sexuales en 'Testo yonqui'?

Nada [ríe]. Pero no hace falta, sé que me aprecia y nos queremos mucho.

Me refería a si no le da pudor exponer su sexualidad.

Al contrario: mi sexualidad ha sido siempre invisible. Lo que era visible es el estereotipo que la gente tiene sobre la sexualidad lesbiana o trans. Entonces no lo veo como una forma de exposición impudorosa, sino como un modo de producción de visibilidad. Hay un elemento de propaganda. Una amiga, Itziar Ziga, ha escrito un libro, Devenir perra, en el que dice: nosotros follamos más y mejor. Follamos fuera de vuestras restricciones normativas y eso es un placer que nunca conoceréis. Y si os tienta saberlo, wellcome to the revolution.

¿Ese sería el orgullo 'queer': follamos más y follamos mejor?

Sí, y quizá vivimos en otro mundo. En otro mundo que existe y que esta aquí, justo al lado.

Usted es una celebridad en los círculos 'queer', da clases en la Universidad París VIII, pero es desconocida en España. ¿Se ve de profesora en la Complutense?

En España hay instituciones casi feudales. Y dentro de ellas, en un caos extraordinario, suceden cosas paradójicas. En cualquier universidad hay elementos revolucionarios, puntos de resistencia. La revolución no está en otro lado, está aquí, y en la Complutense también.

A ver si la nombran hija predilecta de Burgos.

[Risas]. Ahora, con lo del premio, mi madre dice: qué bien, hija, sales en el periódico, pero tienen la mala idea de sacarte con bigote. No sabe que mi gran orgullo mediático es la portada de la revista transgénero americana.

Desde fuera, lo suyo puede parecer un espectáculo provocativo.

Sí, siempre existe ese riesgo de apariencia estrambótica y consumo morboso, pero hay vida más allá del mundo normalizado.

Para escribir 'Testo yonqui' se administró testosterona en gel casi un año. ¿Sigue 'poniéndose', ya que en el libro se declara 'adicta'?

Ocasionalmente. Respecto a otras adicciones que conozco, la de la testosterona es llevable. Lo veo como una posibilidad y no una necesidad. Para mí, el cambio del sexo no es el paso del muro de Berlín; algo de esa frontera política tiene, pero yo lo veo como un espacio de prácticas del cuerpo.

¿Qué obtiene de la testosterona? Algo le sacará.

Es una droga sexual. Si fuera de venta libre, sería el Viagra para biomujeres. Te pone a mil. Pero empecé a tomarla por un elemento de experimentación, de transgresión, casi una orgía hormonal.

Qué le sugiere a usted, que se declara más allá de lo masculino y femenino, la expresión 'violencia de género'.

Creo que cuando se dice violencia machista no se incide tanto en las prácticas de discriminación como en la masculinidad. Como si la masculinidad fuera una violencia en sí misma y que se ejerce contra las mujeres. Se pasa por alto toda una serie de prácticas violentas transversales. Hay violencia dentro de la homosexualidad, de la transexualidad. Creo que el género mismo es la violencia, que las normas de masculinidad y feminidad, tal y como las conocemos, producen violencia. Si cambiáramos los modos de educación en la infancia, quizá modificaríamos lo que llamamos violencia de género. Siempre pensamos que las niñas pueden defenderse y no agredir. Seamos honestos: en una cultura de la guerra, no equipar técnica y prácticamente a un conjunto de la sociedad para ser capaz de acceder a técnicas de agresión cuando sea necesario es discriminatorio.

¿Propone enseñar a las niñas no defensa personal, sino ataque personal?

Exacto.

Menudo titular me acaba de dar.

Busco alternativas radicales a la cultura de la guerra, y una es el acceso igualitario a las técnicas de la violencia. Toni Negri decía: hay que darle armas al pueblo, puesto que el Estado está armado. Yo diría: hay que darles armas a las mujeres, puesto que los hombres están armados.

Le van a llover protestas.

Esto es una guerra fría: tú tienes armas, yo también.

En 'Testo yonqui' propone a las mujeres tomar testosterona. ¿Cree que así romperíamos el techo de cristal?

Eso es una fantasía de política ficción. La filosofía hace eso, produce ficciones que nos ayudan a modificar el modo en que vemos lo real. Pero nada impide que todas las mujeres tomen testosterona y mañana sean hombres. La posibilidad es tan simple que tiene que haber medidas de restricción para evitarlo. Mi proyecto político es más serio y lúdico a la vez. Imagínate qué mundo lleno de tíos peludos. La estructura de dominación está tan anclada que claro que hay techo de cristal. Pero también represión del lado masculino. Ellos tampoco están bien.

¿La famosa crisis del hombre moderno?

Si algo está en crisis es la masculinidad. Desde el feminismo ha habido un trabajo crítico, pero del lado de los tíos, nada. Por eso me asombra que ellos no se rebelen y digan: quiero enseñar mis piernas estupendas sin celulitis.

Los hombres se depilan hoy más que las mujeres.

Uno de los cambios del régimen farmacopornografico es que el cuerpo masculino pasa a ser objeto de producción del mercado. Lo de la nueva masculinidad o la metrosexualidad no es más que eso. Ahí hay posibilidad de rebelión para los biotíos.

¿Es feliz?

Me considero afortunada/o. Cambio de género al hablar y escribir.

Y en varios idiomas ¿no se lía?

De hecho, la sexualidad es muy comparable a las lenguas. Aprender otra sexualidad es como aprender otra lengua. Y todo el mundo puede hablar las que quiera. Sólo hay que aprenderlas, igual que la sexualidad. Cualquiera puede aprender las prácticas de la heterosexualidad, de la homosexualidad, del masoquismo...

Hay negados para los idiomas.

Incluso ellos pueden chapurrear lesbiano o gay.

Hay una lengua madre, ¿también una sexualidad madre?

Hay una sexualidad que constituye tu suelo de adoctrinamiento. Aquella que has aprendido a reconocer como natural. Pero en cuanto aprendes una segunda lengua sabes que hay más, que incluso puedes abandonar la primera lengua que hablaste sin mayor problema. Yo he estado años sin hablar español y lo hago bien, ¿no?.

'Farmacopornografía'

Beatriz Preciado

(Burgos, 1970) cree que el sexo mueve el mundo. Nada muy original, si no fuera porque ha elaborado toda una teoría filosófica según la cual la búsqueda del placer es hoy, superado el capitalismo industrial, el objeto básico de producción y el valor de cambio en el mercado. Lo llama 'régimen farmacopornográfico'.

Discípula de los filósofos Michel Foucault y Jacques Derrida, se declara tránsgenero. Una denominación que supera las distinciones entre hombre y mujer; homosexual y heterosexual; intersexual y transexual. Todas las clasificaciones le quedan "estrechas". Prefiere el calificativo queer (maricón, bollera), un insulto que algunas minorías sexuales adoptan como suyo para reafirmar su diferencia. Profesora de Técnicas del Cuerpo en París, vive allí con su novia, la escritora y directora de cine francesa Virginie Despentes.

lunes, 28 de junio de 2010

Oir pimienta

tus pupilas gustativas
trazaron el mapa
de mi geografía erótica
de mi cuerpo erógeno
asi el gusto se sensibilizó a la luz
y la luz proceso sabores
y la piel oyó
y los sonidos sintieron
y los rios fueron desiertos
y los mares fueron oasis
y las montañas cráteres
y los colores
acidos
amargos
dulces
salados
 
por iynk

domingo, 27 de junio de 2010

Un texto de Beatriz Preciado


Mujercitas, el coraje de las madres, la píldora, cóctel hipercargado de estrógenos y progesterona, el honor de las vírgenes; La bella durmiente, la bulimia, el deseo de un hijo, la vergüenza de la desfloración; La sirenita, el silencio frente a la violación; Cenicienta; la inmoralidad última del aborto, los pastelitos, saber hacer una buena mamada, el Lexomil, la vergüenza de no haberlo hecho todavía; Lo que el viento se llevó, decir no cuando quieres decir sí, quedarse en casa, tener las manos pequeñas, los zapatitos de Audrey Hepburn, la codeína, el cuidado del cabello, la moda, decír sí cuando quieres decir no, la anorexia, el secreto de saber que quien te gusta realmente es tu amiga, el miedo a envejecer, la necesidad constante de estar a dieta, el imperativo de la belleza, la cleptomanía, la compasión, la cocina, la sensualidad desesperada de Marilyn Monroe, la manicura, no hacer ruido al pasar, no hacer ruido al comer, no hacer
ruido, el algodón inmaculado y cancerígeno del Tampax, la certitud de la maternidad como lazo natural, no saber gritar, no saber pegar, no saber matar, no saber mucho de casi nada o saber mucho de todo pero no poder afirmarlo, saber esperear, la elegancia discreta de Lady Di, el Prozac, el miedo de ser una perra calentona, el Valium, la necesidad del string, saber contenerse, dejarse dar po culo cuando hace falta, resignarse, la depilación justa del pubis, la depresión, la seda, las bosiltas de lavanda que huelen bien, la sonrisa, la momificación en vida del rostro liso de la juventud, el amor antes que el sexo, el cáncer de mama, ser una mantenida, que tu marido te deje por otra más joven...

domingo, 20 de junio de 2010

sábado, 19 de junio de 2010


Camilo Blajaquis es el seudónimo de César González. Tiene veinte años y estuvo cinco en el Instituto Correccional de Menores Agote, cumpliendo una condena por secuestro extorsivo. En el Instituto descubrió que era poeta, y eso, por supuesto, lo salvó. Comparto este poema que tiene intuiciones preciosas para cuando hablemos de lo real lacaniano.

DIFERENCIAS INVISIBLES

La realidad es que estoy preso en una cárcel.
Lo real es que soy libre, demasiado libre.

La realidad dice que hay inseguridad.
Lo real grita que la violencia es consecuencia
de la exclusión, de la marginación, de mentir.

La realidad es que nos quejamos de que todo es una mierda.
Lo real es que somos la especie más fácil de domar.

La realidad vive sometida a cirugías plásticas.
Lo real es eso que no puede ocultar ningún maquillaje.

La realidad puede comprarse... o venderse.
Lo real no tiene precio, vive en un mundo donde el dinero no vale.

La realidad tiene un Dios, tiene leyes, trabajo y vacaciones.
Lo real quisiera rebelarse pero la realidad lo metería preso.

La realidad tiene responsabilidades, horarios y un estado.
Lo real tiene un corazón, sentimientos y manos que dibujan.

mi humilde contribucion a las imagenes que tienen y no tiene nada que ver


lunes, 14 de junio de 2010

Amontonados pasivos


Ya llegarán las fotos de Vanesa. Mientras tanto, el primer envío de una serie de textos que no vienen al caso.

AMONTONADOS PASIVOS

Caminás por la playa mientras empieza a anochecer. A tu izquierda, el sol, con el volumen de una yema de huevo, tiende a esconderse debajo del mar. Es el día del año que anuncia la llegada de verano, cuando se ve cara a cara con la luna que aparece del exacto lado opuesto. Se trata de un asunto histérico entre ellos dos. Algo quiere decir la luna cuando se enciende con definición milimétrica. Se distinguen sus montañas internas, eso que dicen que son los mares, unos azules raros. ¿Qué pueden haber pensado los primeros en habitar este mundo cuando vieron en el cielo un aparato luminoso que aparecía cada día y ese fantasma tímido que sólo mostraba la cara cuando todo estaba oscuro? Se lo ve cada día en otro lugar del cielo, mostrando sólo partes de su cuerpo y con una intensidad de variables inciertas. Pero con el tiempo es darse cuenta de que en algún momento se desnuda, como si se sacara el sobretodo y exhibiera su show por un par de horas.

Somos simples espectadores de un fenómeno que nos excede. Caminamos en línea recta pero las cosas suceden arriba nuestro. No nos queda otra que pasarla lo mejor posible en donde nos mandaron. Nos conviene creer que somos la única posibilidad de vida. La variante física de la existencia, la necesidad de comprobarlo. En el medio crecemos y progresamos como si se tratase de una misión, sin saber bien a quién debemos reportársela, con la soberbia de creer que no tenemos límites, y quizá tengamos razón. La presunción de que las cosas no existían hasta que nosotros –o alguno de nosotros, ya que la mayoría somos amontonados pasivos que consumimos las genialidades de otros- las descubrimos. Como si no se tratase todo de una infinita combinación de los elementos que ya estaban disponibles.

Acaso la mayor virtud humana sea la rapidez con la que decodificó la información fundamental. Para que gente más despierta o que haya aprendido a través del estudio, las pistas pueden haber sido demasiado evidentes. Pero de sólo pensarme a mí en épocas en la que no existía el concepto de confort, no habría sobrevivido más de 20 años. Mi mente ha sido diseñada para la mullidez de las facilidades. En ese sentido, el salto cualitativo de la humanidad para adormecerse y seguir subsistiendo fue haber desarrollado un sistema para potenciar el acceso a la comodidad. Las mentes estarán más inquietas y confundidas que nunca, pero sus estándares funcionan con la placidez de una hamaca paraguaya.

La angustia que genera el exceso de información es la imposibilidad de purga. No hay posibilidad física de desplegar todo lo que sabemos y la mayoría de lo que tenemos son conocimientos inútiles. Se trata entonces de intentar encontrar la luz de esa tangente que conecte nuestros pensamientos con lo que ocurre en la realidad y en el tiempo en el que vivimos. Vivimos en base a protocolos temporales y espaciales contra los que combatimos inconscientemente mientras dura nuestra vida, como si nuestra programación nos obligase a una existencia incómoda. Algo nos hace sentir ajenos, que esto no es nuestro, somos material descartable. Tal vez la angustia tenga que ver con eso. En el medio, están la música y el whisky una noche de verano en la playa.


domingo, 13 de junio de 2010

Instar al enfermo a corroborar la construcción mediante su propio recuerdo.

Freud cuenta, al principio del capítulo tres de Más allá del principio del placer, cómo el psicoanálisis como arte interpretativo no lograba resolver la tarea terapéutica, y que entonces se planteó “otro propósito inmediato” que era “instar al enfermo a corroborar la construcción mediante su propio recuerdo”. Creo que habría que detenerse en cada palabra de esta frase. Primero lo del “enfermo”. Si por enfermo entendemos el padeciente, que es uno de los sentidos de paciente, estaría de acuerdo. Si por enfermo entendemos (y es un deslizamiento que no cuesta nada cuando se trata de subjetividad) anormal, no. Segundo esta historia del recuerdo, heredera, me parece, de los primeros vislumbres de Freud sobre la estructura de la histeria. Leyéndolo parecería que se trata de ir a cazar recuerdos. Por supuesto que hay recuerdos que tienen un lugar importante en el análisis, pero eso está enmarcado en algo a mi juicio mucho más importante, que es que el sujeto tome la palabra. Como en ese tomar la palabra se van a desplegar los hitos claves de la subjetividad de cada uno, entre otras cosas aparecerán recuerdos. En el período de la interpretación, era el analista el que sabía, y me parece que Freud se da cuenta que eso no alcanza, que hace falta algo más activo de parte del paciente, pero, al menos esa es mi lectura, se queda a medio camino por la dificultad de Freud en dar cabida a la caída de la transferencia. Además la idea del recuerdo como algo a alcanzar hace pensar en una verdad ya dada, a descubrir, cuando de lo que se trata, creo, es de la capacidad de dar distintas lecturas. No es importante es sí el recuerdo sino la interpretación (o tal vez sería más exacto decir las interpretaciones) que se hace de la historia, y fundamentalmente la que hace el que se analiza, no el analista. La verdad como construcción. Y además lo de “instar a corroborar”, ¿deja esa posición lugar a un analista que se deje interrogar por el decir de su paciente? Si el analista piensa en términos de corroboración da la impresión de que estuviera demasiado asentado en su saber. Es cierto que Freud contestaría que se trata de corroborar no lo que se le ocurre al analista sino algo que se deduce del material que emerge del inconsciente, pero aún así… allí está el hombre de los lobos para testimoniar de los peligros de esa posición. Y por supuesto esto se desliza hacia el peligrosísimo capítulo de las resistencias. Por supuesto que hay resistencias a lo que podríamos llamar lo inconsciente, pero además de que esas resistencias, como ya lo señalara Ferenczi mucho antes que Lacan, están también en el analista, el uso de este concepto se puede prestar, y se ha prestado, a todos los abusos.

El juego del fort-da

El famosísimo juego del fort-da. Famosísimo porque hay toneladas de papel escritas acerca de estos párrafos del libro. ¿Quién le hubiese dicho al nietito de Freud que tirar sus juguetes lo haría tan famoso? Se trata efecto de Ernst (o Ernstl, Ernestito), el nieto de Freud, hijo de Sophie, según opinión general de la familia Freud la más bella de sus hijas, que moriría en la epidemia de gripe española en 1920, a los 27 años. Freud convivió unas semanas con Ernstl y sus padres en Hamburgo en 1915. Se nota que la impresión le quedó trabajando a Freud a lo largo de los cuatro años que transcurrieron hasta el comienzo de la redacción del libro.

Dato curioso: este nieto de Freud, que a la muerte de su madre quedó a cargo de su tía Anna (quien había sentido tremendos celos por su hermana Sophie) fue el único descendiente varón de Freud que se dedicó al psicoanálisis. Se especializó en la clínica de su tía y madre adoptiva en… relaciones precoces entre los bebés y las madres.

Me parece un dato interesante que aquello por lo que este niño “tan juicioso” se haría famoso es considerado en el libro como su único “hábito molesto”. Interesante porque mínimamente nos dice que en esto no respondía a la demanda del Otro. Podríamos leer que esta pulsión que está buscando Freud, este goce diríamos después de Lacan, no responde a la demanda del Otro.

En cuanto a la interpretación que hace Freud del juego como un modo de repetir lúdicamente la separación y encuentro con su madre (con el Otro) lo único que podría agregar es que esa interpretación no quita que además haya un placer en la pura actividad motora, independientemente de cualquier sentido. Pero decir esto no quita lo bien fundado de la interpretación de Freud, sobre todo si estamos atentos a las interjecciones de Ernstl. Es cuando Freud dice que “sin ninguna duda” el mayor placer corresponde al reencuentro que tomo distancia de su interpretación.

Vemos que Freud considera la aceptación de la partida de la madre como una renuncia pulsional, no puede concebir que pueda haber un impulso a arrojar de sí a la madre, o, lo que es más o menos lo mismo, a arrojarse de la madre (tal como se puede ver en el juego de Ernstl con el espejo, que figura en nota al pie de página). Creo que este límite marca no sólo todo este texto, sino toda la obra de Freud: siempre parece que la separación con el Otro sería a lo sumo aceptada, nunca deseada. Él lo dice con todas las letras (Amorrortu, XVIII, 15): “Es imposible que la partida de la madre le resultara agradable, o aún indiferente”. Y es notable que todas las interpretaciones que intenta a continuación, dominio, control, apoderamiento, actuar lo vivido pasivamente, venganza, van en la línea de reforzar el narcisismo.

Me pregunto, le pregunto sobre todos a las que trabajan con niños, si están de acuerdo con Freud en que el “deseo dominante” de los niños es “ser grandes y poder obrar como los mayores”. Me parece que hay ahí bastante para pensar, ser grandes ¿en qué sentido? ¿Ser independientes, tener más poder?