Freud cuenta, al principio del capítulo tres de Más allá del principio del placer, cómo el psicoanálisis como arte interpretativo no lograba resolver la tarea terapéutica, y que entonces se planteó “otro propósito inmediato” que era “instar al enfermo a corroborar la construcción mediante su propio recuerdo”. Creo que habría que detenerse en cada palabra de esta frase. Primero lo del “enfermo”. Si por enfermo entendemos el padeciente, que es uno de los sentidos de paciente, estaría de acuerdo. Si por enfermo entendemos (y es un deslizamiento que no cuesta nada cuando se trata de subjetividad) anormal, no. Segundo esta historia del recuerdo, heredera, me parece, de los primeros vislumbres de Freud sobre la estructura de la histeria. Leyéndolo parecería que se trata de ir a cazar recuerdos. Por supuesto que hay recuerdos que tienen un lugar importante en el análisis, pero eso está enmarcado en algo a mi juicio mucho más importante, que es que el sujeto tome la palabra. Como en ese tomar la palabra se van a desplegar los hitos claves de la subjetividad de cada uno, entre otras cosas aparecerán recuerdos. En el período de la interpretación, era el analista el que sabía, y me parece que Freud se da cuenta que eso no alcanza, que hace falta algo más activo de parte del paciente, pero, al menos esa es mi lectura, se queda a medio camino por la dificultad de Freud en dar cabida a la caída de la transferencia. Además la idea del recuerdo como algo a alcanzar hace pensar en una verdad ya dada, a descubrir, cuando de lo que se trata, creo, es de la capacidad de dar distintas lecturas. No es importante es sí el recuerdo sino la interpretación (o tal vez sería más exacto decir las interpretaciones) que se hace de la historia, y fundamentalmente la que hace el que se analiza, no el analista. La verdad como construcción. Y además lo de “instar a corroborar”, ¿deja esa posición lugar a un analista que se deje interrogar por el decir de su paciente? Si el analista piensa en términos de corroboración da la impresión de que estuviera demasiado asentado en su saber. Es cierto que Freud contestaría que se trata de corroborar no lo que se le ocurre al analista sino algo que se deduce del material que emerge del inconsciente, pero aún así… allí está el hombre de los lobos para testimoniar de los peligros de esa posición. Y por supuesto esto se desliza hacia el peligrosísimo capítulo de las resistencias. Por supuesto que hay resistencias a lo que podríamos llamar lo inconsciente, pero además de que esas resistencias, como ya lo señalara Ferenczi mucho antes que Lacan, están también en el analista, el uso de este concepto se puede prestar, y se ha prestado, a todos los abusos.
domingo, 13 de junio de 2010
Instar al enfermo a corroborar la construcción mediante su propio recuerdo.
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